Historia de una familia del Valle
Para mi es un auténtico placer narraros la siguiente historia de superación, amor y trabajo. Para nosotros es toda una inspiración y aliento de esperanza, teniendo en cuenta los tiempos difíciles que estamos viviendo en España. Nuestra reflexión es que tal vez nos hace falta echar la vista atrás para ver cómo nuestros antepasados rompieron moldes, fueron emprendedores y se convirtieron en visionarios para crear algo mejor, sin dejarse abatir por las adversidades.
Esta mágica historia nos resume lo que fuimos y lo que podemos llegar a ser, un ejemplo de superación, constancia y trabajo duro, realizado con compromiso familiar, amor hacia lo que uno cree, aderezado con ilusión y ganas de crecer.
Nos narra el aplomo de un hombre que plantó el primer cerezo, siguió plantando árboles y repartió sus frutos a otros pueblos y cooperativas. Lo que en cualquier prestigiosa universidad actual llamarían visión de futuro, Investigación y Desarrollo, logística y exportación.
Ángel Mª Prieto ha crecido y trabajado en el campo toda su vida, primero con sus padres y hermanos y ahora también con sus hijos. De esos años hemos heredado el mejor producto del que estamos muy orgullosos y por el que luchamos todos a diario. Su calidad inigualable y el buen hacer de nuestros agricultores es lo que nos caracteriza, porque es un producto que está tratado con el amor de toda una vida y la tranquilidad de que tres generaciones siguen velando por él.
Espero que la disfrutéis tanto como yo y os anime a que el año que viene siempre puede ser mejor. Feliz Navidad!
Mi familia por Ángel Prieto:
Mi padre nació en 1930. La época presentaba grandes dificultades en el campo, con una carencia total de medios. La supervivencia era difícil, se vivía a base de patatas o castañas y algunos higos, que era la alimentación básica de la zona. Con 16 años decidió plantar su primer cerezo, no sin llevarse una gran reprimenda por tal acción, pues quitaba sitio para sembrar patatas. Muchos años después fui yo quien cargó con ese árbol, con más de 20 metros de alto, más de 40 metros de vuelo y una producción de cerca de 1.000 kilos.
A partir de ahí empezó a plantar cerezos y castaños, para conseguir una agricultura de supervivencia que pudieran cubrir las carencias que se sufrían en aquella época. La jornada duraba desde la 5 de la mañana a las 10 de la noche en verano y desde las 8 de la mañana a las 7 de la tarde en invierno. La dedicación era exclusiva a las tareas del campo, dado que si hablamos de Piornal, que es la parcela más alejada, el tiempo transcurrido en el camino para llegar a todas las parcelas era entre una hora y media a dos horas, camino que había que recorrer tanto por la mañana como por la tarde, así que el horario real de trabajo era muy reducido a pesar de estar muchas hora fuera de casa. El trasporte de todo el material necesario siempre se hacía a lomos de mulos, porque incluso los caballos eran débiles para transportar todo lo que hacía falta para trabajar.
Con 12 años yo acarreaba las cerezas en jaulas, que así se llamaban, hasta Navaconcejo. Evidentemente por mi edad necesitaba que me ayudaran a descargar las cajas, ya que yo sólo no podía con los 30 kilos que pesaba cada una.
Navaconcejo, al tener posiblemente la mayor producción de cerezas en aquella época, hizo la primera carretera a San Jorge, lo que fue el punto de partida para seguir construyendo caminos para que circularan los coches dentro de Valle. Digo camino porque eran y todavía siguen siendo algunos de tierra, aunque afortunadamente cada vez son menos.
Mi padre, al ser una persona inquieta transportaba las cerezas hasta la cooperativa de varios agricultores por la mañana y por la tarde. Aunque mis hermanos y yo éramos pequeños, con otras tres personas más, recogíamos las cerezas de nuestra explotación para que después él las llevara a la cooperativa.
Afortunadamente todo va cambiando, la mejora en las infraestructuras y la llegada del crecimiento económico, permitió a los agricultores adquirir furgonetas para el transporte de las cerezas y todo lo necesario para trabajar en el campo. Aún así, seguía siendo muy difícil el mantenimiento de la explotación y era muy duro labrar la tierra con las caballerías, labor que se ha realizado así hasta hace muy pocos años. Las exigencias del campo siempre fueron duras y la zona de montaña complica de manera importante la producción y recolección de nuestros productos, y una importante selección de calidad en el campo.
Con los años y las nuevas tecnologías la cosa ha cambiado un poco, facilitando y menguando el esfuerzo, sobretodo en las campañas. Lo que sí mantenemos tanto antes como ahora es el especial cariño que ponemos en nuestro trabajo, tratando a nuestros árboles como si fueran nuestros hijos.
A mi padre le relevamos tres de los cuatro hermanos que somos, que seguimos vinculados total y absolutamente a este campo que tanto nos atrae. Aunque con mucho sacrificio, somos conscientes de que merece la pena vivir en este medio tan maravilloso que es el Valle de Jerte y su gente. Mis hijos también siguen la tradición aunque con muchas más ventajas tecnológicas, lo que hace que nuestras cosechas sean cada vez mejores porque se combinan las facilidades de ahora con la experiencia de un camino familiar andado, largo y tortuoso como la vida misma.
Fuente de Fotos de vecinos de la zona: Web del ayuntamiento de Cabezuela del Valle
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